martes, ida y vuelta
la primera historia es la de la sangre del revisor. ayer por la noche el revisor de la línea Santander-Cabezón de la Sal llevaba media cara ensangrentada. pero sólo lo supo al decírselo un chico que se sentó frente a mí en Torrelavega. se lo dijo dulcemente. el revisor se fue mirando en los cristales de las ventanas del segundo vagón y se limpió con un kleenex al quedarse frente a la puerta, justo antes de que se abriera al detenerse la máquina en Ganzo.
(nadie le había dicho nada sobre la sangre hasta entonces; quizá ni siquiera le habíamos mirado. yo no le había mirado)
la segunda historia es la de la mujer dominicana y el bebedor. esta tarde, él comenzó a hablar con ella cuando el chico que había tenido un accidente de coche se apeó a mitad de trayecto porque aún quedaba mucha tarde y quería tomarse algo antes de ir a casa. él le preguntó dónde trabajaba, ella le dijo en un restaurante, en el Borgia. él le preguntó por Violeta. ella le dijo que no la conocía, que ella trabajaba en el área de cocina. él le dijo que había comido allí un par de veces, y que el otro restaurante que había en la curva nunca había tenido mucho éxito. ella no dijo nada. él le dijo que algunos conocidos suyos habían ido de viaje a la república dominicana, pero que para estar en un complejo turístico y no salir a ver las miserias del país, no merecía la pena ir de viaje. ella ni le miró. y no le dijo nada hasta que llegaron a Torrelavega; allí le preguntó cómo se llamaba para saludar de su parte a la cocinera jefa del Borgia, que según le había dicho previamente el bebedor, "era como su hermana".
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